dissabte, 24 de desembre del 2011

LAUREÀ MURUGARREN LARRAMENDI


FA 75 ANYS: LA NIT DE NADAL DE LAUREÀ A SANT FELIU

El passat dia 29 de novembre va morir a Lezo l’amic Laureà.
Casat amb la guixolenca Bàrbara Martell va passar molts dies a Sant Feliu. El seu testimoni ha estat d’una gran bondat, senzillesa i servei.
A part d’això, ens ha ajudat moltíssim a conèixer la vida quotidiana de la Guerra Civil a Sant Feliu. Ha deixat escrita la història de la Bateria instal·lada a Sant Feliu, i moltíssimes anècdotes.
Avui, en la nit de Nadal, s’escau llegir el que va deixar escrit de la primera nit de Nadal que va passar amb els companys de la Bateria, a casa de la Mainegre, quan només tenia 17 anys.


NOCHEBUENA DEL AÑO 1936
A media tarde del día 24 de diciembre de 1936 llegué a Sant Feliu de Guíxols. Atrás habían quedado un mes y medio de dura lucha en Irún, el incendio de la ciudad y la pérdida de los enseres de la familia que, consumidos por el fuego, tantos años de trabajo y sacrificio habían costado conseguir a nuestros padres. Atrás, también, quedaban tres meses de exilio en Decaseville, pueblo francés fundado por el duque Du Cases, en el Departamento de L’Avayron, el cual, regido por Mr. Ramadier, ministro del gobierno de león Blum, vivía casi exclusivamente de su mina de carbón que según decían tenía la mayor descubierta carbonífera de Europa. También atrás, inmediatamente anterior, quince días vividos en Barcelona, plenos de soledad y tristeza no obstante la agitación y actividad que por entonces se vivían en la ciudad condal, repleta de una abigarrada multitud que vestida y armada de mil maneras, deambulaba por la capital haciendo ostentación de un enorme patriotismo.

         El día anterior habían resultado muy agitado, y especialmente la noche (ver nº 2 de mis anécdotas), habían influido en mi enormemente en mí que estaba ansioso de compañía y cariño, siendo por ello que mi única ilusión era juntarme con mis hermanos, Modesto y Cesáreo, que con otros amigos de Irún y Fuenterrabía, estaban en la Batería de Costas destacada en Sant Feliu de Guíxols, decisión ésta que iba en contra de la opinión de mis hermanos que siempre creían que la guerra iba a durar muy poco y no querían que yo corriera ningún riesgo, para lo cual me aconsejaban fuera a la agencia de la Compañías Vascongada de Seguros, en Barcelona, y me colocara allí como empleado que procedía de la central de San Sebastián en la que me sorprendió el inicio de la contienda.
        
         La alegría y cariño con las que me recibieron mis hermanos y amigos llenó mi corazón de gozo; todos rivalizaban en obsequiarme, y aunque, desgraciadamente, en el cuartel de Fermín Salvochea, de Barcelona, no quisieron aceptarme como voluntario, yo me sentía como un miliciano más de aquella Batería, pues, según me había dicho el comisario Romero, iba a hacer como ellos, supuesto que sin “soldada”, pero mis hermanos y amigos ser encargarían de que en mi bolsillo siempre hubiera unas pesetas para mis gastos.

         Después de unas horas muy felices, llrg´9º la cena de Nochebuena y todos aprestamos a vivirla lo mejor posible a pesar de todas las enormes y trágicas condiciones que cada cual estábamos viviendo. Cuando estábamos sentados en el comedor Mai Negra [Mainegre]. Surgió un incidente: durante la ausencia del comisario Romero, hubo algunas protestas por el rancho, y los cocineros se quejaron al comisario sintiéndose ofendidos por ello. Romero, un hombre violente y raro que manejaba estúpida e imprudentemente su revólver y mosquetón, formó a la Batería y la insultó de mala manera; ello dio origen  a que algunos artilleros, cansados de su comportamiento y de la fanfarronería con que habitualmente les trataba, se acercaron a él, le cogieron por los hombros y zarandeándole le  hicieron enfundar el revólver que empuñaba en su mano derecha. No acostumbrado a este tipo de reacciones, quedó anonado y una gran impotencia se apoderó de él, traduciéndose en una salida del comedor. Rojo de rabia y de vergüenza. Cuando se marchaba tropezó conmigo y fui el pagano de su mal humor y de su enfado, pues todo lo que me había prometido me lo retiró diciéndome que se acabó de estar en la Batería y que al día siguiente me tenía que volver a Barcelona.

         Poco tiempo después, entre la buena cena y el estupendo vino, todos habíamos olvidado el incidente, y la primera Nochebuena de guerra, que todos creíamos sería la única en estas circunstancias, fue pasando con nostálgica alegría trayendo a nuestro recuerdo otras más felices celebradas en familia, esa familia ahora rota y disgregada por culpa de esta guerra fratricida en la que unos locos, con excusas patrioteras, nos habían envuelto.”

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